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miércoles, 9 de mayo de 2012

SER CAPITALISTA ES UN MAL NEGOCIO. CLAVES PARA SOCIALISTAS



SOBRE EL CAPITALISMO

Esta sección da un vuelo rasante sobre los predios del capitalismo. Mira de forma somera a este modelo y enuncia diversos argumentos sobre los cuales basar su crítica, en tanto sistema inviable y lesivo para la especie humana, no sólo porque pone en peligro la propia existencia del planeta, sino porque promueve y estimula valores negativos, ajenos a la integridad humana, y pretende el sometimiento de las grandes mayorías por parte de unas minorías privilegiadas.

¿Qué es el capitalismo?

El ser humano es un sujeto social y por ello procura normas de convivencia. El capitalismo es, en cierta medida, una de las múltiples formas de organización de dicha vida social. A lo largo de estas líneas quedará suficientemente demostrado que es el peor de los regímenes sociales por cuanto nos devuelve, bajo apariencia tecnológica, a un mundo de barbarie, al contraponer el interés particular al colectivo y basar el esquema de vida en sociedad en la supervivencia de quienes logren aprovecharse de los otros.
El cimiento del capitalismo es el predominio del capital como elemento de obtención de riqueza. Los propietarios de los más fundamentales y determinantes medios de producción constituyen “la clase dominante”, que vive a expensas de explotar el trabajo asalariado ajeno. Así, se fomenta un proyecto de sociedad opresiva, por cuanto un grupo de personas ejerce poder sobre el resto. Llamemos a este formato explotador relaciones sociales capitalistas.
Distingamos al capitalismo como un sistema económico determinado por la supremacía hegemónica de las clases poseedoras de grandes capitales. Por medio de leyes, instituciones y creencias, dicha clase organiza, mantiene, legitima y protege el poder que ha impuesto a los demás integrantes de la sociedad. Logra la obediencia de los oprimidos, aun cuando se trate del acatamiento de disposiciones en las que se les inflige sufrimiento. En suma, justifica la división de clases sociales para convalidar el sometimiento de unos a otros.
Del mismo modo, el capitalismo convierte la sociedad en un gran mercado y coloca a las personas en diferentes posiciones según su lugar en la escala productiva. Quien tiene capital o tierras o rentas es burgués y acude al mercado a comprar sin mayor problema, hasta que, como ocurre con muchos de ellos, también es expulsado. Quien tiene sólo sus manos, tiene, para poder comprar, que vender primero su trabajo al capitalista.
Bajo el capitalismo, el capital deja de ser un instrumento auxiliar del trabajo para convertirse en un medio de dominación y aprovechamiento de las clases oprimidas, lo que se traduce en injusticia. En el feudalismo la dominación era política (sujeción al señor a través de un pacto), ahora es también económica, escondida en un supuesto pacto libre entre empleador y empleado.
Detrás de las maneras de vida social del capitalismo, invariablemente existirá un reducido grupo de individuos que acumulan riquezas materiales, tras el aprovechamiento del trabajo de una gran mayoría explotada.
Pero la verdad sea dicha: la dignidad humana implica que cada ser humano es único y, por tanto, insustituible. De allí que vaya contra toda dignidad la existencia de clases sociales.

La lucha de clases es el motor de la historia

Quienes son sometidos, quienes son víctimas de alguna forma de dominación y explotación siempre se resistirán a dicha circunstancia. Explotadores y explotados son clases sociales antagónicas y su pugna se expresa en el terreno económico, ideológico y político. Llamaremos lucha de clases, en sentido amplio, a todos los enfrentamientos que se producen entre opresores y oprimidos.
La lucha económica es el emprendimiento de las grandes mayorías empobrecidas contra los dueños de las riquezas, por lograr mejores condiciones de trabajo y de vida.
A través de la ideología la clase dominante contribuye a mantener  su supremacía sobre  los explotados.  Dicha imposición de ideas se logra con el apoyo de su poderío económico; son la Escuela, los Medios de Comunicación, la
Iglesia, el Estado las instituciones a través de las cuales éstas se difunden. Las ideas del capitalismo penetran en todas las actividades de la sociedad mediante la alienación y la imposición de fetiches
La batalla política se enuncia en la lucha en torno al poder político, esto es, la presión popular por cambiar esencialmente la injusta sociedad en que vive.
A lo largo de la historia se han registrado enfrentamiento entre los seres humanos, entre los propietarios de riquezas y los que carecían de ellas: En la Antigüedad se enfrentaban los esclavos contra sus amos; en la Edad Media los siervos con los señores feudales que eran dueños de las tierras; y en la
Era Moderna el proletariado, propietarios tan sólo de su fuerza de trabajo, con los burgueses, propietarios de las fábricas y talleres.
En la actualidad la lucha de clases se reproduce a diario y en todos los rincones de la sociedad: en las huelgas de trabajadores, en las manifestaciones estudiantiles, en los reclamos de los desempleados, en la recuperación de fábricas abandonadas, en la organización de la lucha comunitaria por mejorar sus condiciones de vida, en las acciones de los grupos ecologistas en defensa del ambiente, en el sabotaje a determinados productos, en las luchas sindicales, en la lucha por la igualdad entre los géneros. Por eso el capitalismo permanentemente enfrenta reiterados ciclos de crisis inducidas tanto por sus propias contradicciones internas como por la lucha de clases inmanente a ellas.

La propiedad privada por sobre todas las cosas

En el capitalismo, el rasgo más característico que diferencia a las clases es la posesión de los medios de producción en las manos privadas. Es decir, los sectores dominantes son dueños de las tierras, fábricas, recursos naturales, bienes muebles, etcétera.
Ahora, ¿cuál es la razón que mueve a la burguesía a adueñarse de cuanta cosa material exista? La respuesta nos la da Engels:
“Según la teoría materialista, el factor decisivo en la historia es, en fin de cuentas, la producción y la reproducción de la vida inmediata.
Pero esta producción y reproducción son de dos clases. De una parte, la producción de medios de existencia, de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie.”
Claro está que la vida es más compleja, no se limita a cuestiones materiales, no sólo de pan vive el hombre. Los seres humanos poseen sentimientos, aspectos inmateriales que nos diferencia de las demás especies: el amor, el dolor, el miedo, la ternura, la comprensión, entre otros tantos; adicionalmente, posee inteligencia. Precisamente, tanto la inteligencia como los sentimientos le permiten vivir en sociedad, al tiempo que guían los pasos para su sobrevivencia.
Si bien el fin material de la vida radica por un lado en la perpetuación de la especie -al igual que el resto de los animales, el ser humano busca trasmitir sus genes-, y por la otra en asegurar las condiciones para salvaguardar la vida mientras dure su paso por la tierra, no es menos cierto que para ambos argumentos, la mejor estrategia que la humanidad -y casi todos los seres vivos- ha desarrollado es la protección de unos a otros, a través de la convivencia en sociedades. En todo caso, para hacer efectiva esta estrategia se requiere un alto grado de conciencia.
Desafortunadamente, la burguesía desconfía del resto de la especie que le acompaña en la convivencia social. En suma busca “jugar seguro” y para ello se plantea una estrategia mezquina: garantizar exclusivamente su existencia y la de sus descendientes, los demás no interesan. La forma que ha desarrollado para lograr tal propósito es el apoderamiento de todos los bienes materiales posibles; sin importar que ya cuente con cantidades suficientes para “asegurar su futuro”, prosigue y prosigue adueñándose de cuanto puede. Marx explicó esa conducta como la lógica del capital, esto es, o lo hace de esa manera o la lógica del capitalismo lo expulsa.
Para ello el burgués se debe volver cada vez más codicioso e inescrupuloso y su única meta en la vida la basa en la acumulación de propiedades y posesiones, es decir, acumulación de riqueza.
De otra manera queda fuera de la carrera. Las primeras sociedades solían compartir los derechos de propiedad,  como el  derecho a cazar  o pescar  en un determinado lugar. Aunque existía cierta propiedad personal, como las armas o los utensilios de cocina, la propiedad real era común. El primer medio de producción que algunos empezaron a considerar como propiedad privada fue la tierra.
En el feudalismo, la posesión de la tierra no existía aun cuando era ocupada. Esta ocupación implicaba muchas obligaciones. En el sentido moderno de propiedad, tan sólo los monarcas y la Iglesia poseían la tierra.
Con el ascenso de la burguesía en la última etapa de la época feudal, se fue afectando gradualmente la importancia de la propiedad real y personal. Históricamente, la propiedad de la tierra poseía mayor importancia en comparación con la propiedad personal, puesto que ésta casi no conservaba una regulación sobre la propiedad, transmisión y herencia de las propiedades personales. La creciente clase media que acumulaba riqueza podía transmitirla fácilmente mediante un testamento.
Con el advenimiento de la Revolución Industrial, el ulterior abandono de la agricultura y la aparición de acciones y bonos, la propiedad personal alcanzó la misma importancia que la propiedad real. La tierra se convirtió en un bien que podía comprarse y venderse, como cualquier otro bien.
Con base a esta serie de acontecimientos históricos, la sociedad dirigida por la burguesía fue ordenando, de acuerdo a sus intereses, las normas de convivencia social. Los derechos y los deberes de los ciudadanos se determinaron con arreglo a la importancia de sus posesiones territoriales; y conforme iba aumentando la influencia de las clases pudientes, iban siendo desplazados los sectores que no habían logrado o no se plantearon acumular propiedades.
Carlos marx llamaba al proceso histórico de obtención de propiedad desarrollado por la burguesía  acumulación originaria
. Esta acumulación -que todavía se despliega en todas la sociedades capitalistas- significó y significa la e x p l o t a c i ó n   d e   l o s   r e c u r s o s   n a t u r a l e s   h a s t a   p u n t o s ambientalmente insostenibles. Así mismo significó la expulsión de millones de campesinos de sus tierras, el saqueo a las riquezas de pueblos enteros por medio de guerras, el aniquilamiento de grupos étnicos enteros que se negaron a ser subordinados, el sometimiento esclavo de miles para garantizar manos de obra barata.
Veamos ahora cómo la burguesía luego de acumular riqueza a través del incremento de su propiedad privada, garantizó el resguardo y preservación de los bienes saqueados al resto de las sociedades.

El Estado capitalista

“…En resumen, la fortuna es apreciada y considerada como el sumo bien, y se abusa de la antigua organización de la gens para justificar el robo de las riquezas por medio de la violencia. No faltaba más que una cosa; la institución que no sólo asegurase las nuevas riquezas de los individuos (…) sino que, además, imprimiera el sello del reconocimiento general de la sociedad a las nuevas formas de adquirir la propiedad, que se desarrollaban una tras otra, y por tanto a la acumulación, cada vez más acelerada, de las riquezas; en una palabra, faltaba una institución que no sólo perpetuase la naciente división de la sociedad en clases, sino también el derecho de la clase poseedora de explotar a la no poseedora y el dominio de la primera sobre la segunda.
Y esa institución nació. Se inventó el Estado”
Tal cual, el Estado Moderno nace con las monarquías absolutas y en el transcurrir del proceso histórico, la burguesía requería que se garantizasen sus “derechos individuales” negativos (de propiedad privada) y para ello legitima al Estado como Estado-nación, en el que habitan personas con una cultura e identidad más o menos semejantes, por medio de leyes, lenguas y costumbres en común.
La invención del Estado-nación capitalista tuvo que ver no sólo con el interés de salvaguardar la riqueza de la clase dominante, sino con el de establecer un mercado interno unificado del que la burguesía se sirviera para mantener sus negocios. Con un Estado-nación constituido, la burguesía garantizaba un mejor control de la población y organizaba sus planes de expansión a otras latitudes, tierras, naciones, en las que se podría obtener mayor acumulación. Recordemos que la  lógica del  capi tal ista está signada por  su afán de acaparamiento y lucro.
La estructura fundamental del capitalismo abarca, como veremos más adelante, junto al mercado y las mercancías, al
Estado. El Estado-nación es la forma como se organiza la hegemonía política del capitalismo. Para ello, el capitalismo coloca al frente del Estado a un grupo de personas fieles a sus intereses, esos “administradores del Estado” son la denominada burocracia.
La burocracia tiene intereses propios y una lógica propia, pero también tiene que administrar el sistema económico, ya que es dependiente del buen curso de los negocios de la clase dominante. Desde los primeros Estados organizados por la humanidad, ha existido una alianza entre la burocracia política y el poder económico. La una necesita al otro, con lo cual es común el que se celebren acuerdos entre capitalistas, que buscan incrementar su riqueza, y el estamento político que les permite pagar salarios e impuestos bajos.
La unidad entre el Estado y el capital se concreta en una articulación institucional que fomenta asociaciones de sus intereses comunes, amparados en la integración de la denominada economía de mercado.

La ideología capitalista

El sistema de creencias del capitalismo se basa en una ideología : el liberalismo. Como veremos, esta doctrina recrea la ficción de las libertades individuales y el límite máximo del poder con que los Estados y sus gobiernos controlan el conjunto de relaciones sociales entre los seres humanos. El liberalismo aboga principalmente por:
1.  Una concepción antropológica del ser humano como egoísta y perseguidor de felicidad particular
2.  El desarrollo de la libertad individual y, a partir de ésta, por el progreso de la sociedad
3.  El establecimiento de un Estado de Derecho, en el que todos los seres humanos -incluyendo aquéllos que en cada momento formen parte del Gobierno- estén sometidos a un mismo marco mínimo de leyes
Como se aprecia, el liberalismo sostiene que todos los hombres y mujeres tienen un conjunto de derechos naturales, los cuales están por encima de la soberanía de la sociedad, del pueblo en su conjunto. En este contexto, se espera que el
Estado y la sociedad deban dejar hacer a los individuos sin injerencia alguna. A decir verdad, estos derechos individuales los ha moldeado la sociedad a lo largo de la historia. En todo caso, cuando el liberalismo se refiere a los derechos de los hombres y mujeres, está pensando en los derechos de los capitalistas dueños privados de la propiedad.
El capitalismo enmascara los derechos de la clase burguesa en los supuestos derechos naturales de los seres humanos. ¿De qué vale contar con derechos individuales y con las leyes que supuestamente los garantizan, si ello en poco o nada contribuye con la realización humana?
Por ejemplo, la declaración fundamental de los derechos humanos habla del derecho a la vida, pero ¿de qué le sirve esa declaración a aquellos que mueren de hambre por causa de que otros se han adueñado de todos los alimentos?, ¿de qué vale gozar de libertad de prensa cuando un grupo económico es dueño y controla a su antojo editoriales, estaciones de televisión, radio, prensa y cine?, ¿vale de algo el cacareado derecho a la salud si las trasnacionales de medicamentos controlan patentes para fines estrictamente comerciales? En el fondo, a través de su ideología liberal, el c a p i t a l i smo   b u s c a   j u s t i f i c a r   “ c o n   r o s t r o   h uma n o ”   l a s aberraciones propias de su condición depredadora.

Parte extraída del libro SER CAPITALISTA ES  UN MAL NEGOCIO.
Centro Internacional Miranda




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