Por
Gabriel Boragina©
Como
no es de buen gusto andar cometiendo errores en cuestiones delicadas y es de
buen gusto escuchar a los demás, es de buen gusto confesar que cuando hablo de
la izquierda y menciono ciertos rasgos atribuidos a ella nunca lo hago desde un
prejuicioso concepto de la misma. Cuando comencé a estudiar sistemáticamente al
socialismo y al comunismo me propuse seguir un método totalmente imparcial.
Dije "voy a recopilar todo lo que los socialistas dicen de sí mismos.
Cuando me acusen de mentiroso --como siempre lo hacen-- tendré como
responderles: les mostraré su propio testimonio. Estas reflexiones son el
testimonio de todos los socialistas que leí, escuché y entrevisté. Así es como
ellos se ven a sí mismos. Así es como ellos hablan de sí mismos y así es como ellos
se definen. Este artículo es un resumen de ello.
Ser
socialista es creer que se puede pensar por el otro, es creer que un burócrata
manejará y gastará mi dinero mejor que yo o que el que se lo ganó. Es creer que
se puede decidir y actuar por el otro sin su permiso, sin su consentimiento, es
desconfiar del individuo, del prójimo, en definitiva de su inteligencia lo que
nos transforma en arrogantes, en pontífices del pensamiento único, o sea del
nuestro, desconfiar de la propiedad privada de los medios de producción o sea
de la propiedad privada de mi vecino, de la riqueza. Es analizar el mundo y
expresarlo en palabras en base a hipóstasis, es hablar en términos de países y
no de gente. Es la fatal arrogancia de la que hablaba Friedrich A. von Hayek,
la arrogancia de pensar y convencernos de que todo el mundo y todos deberán ver
las cosas de la manera en que nosotros las vemos y que deberán creer en
nuestros valores de la manera en que nosotros creemos en ellos, cuando en
definitiva lo que tratamos es de imponer nuestros valores sobre los demás. Esto
es ser socialista. Es agrupar a la gente en categorías, en clases sociales, en
blancos, negros, amarillos, altos, bajos, rubios, nacionales, extranjeros,
homosexuales, en clase media, baja, alta, pobres, ricos, en lugar de hablar
--como corresponde-- de fulano o de mengano. Es creer que somos capaces de
pensar, hablar, desear, aspirar y sentir por los demás o que otros --llamados
burócratas-- pueden hacerlo. Es creer que un burócrata siempre será más honesto
y menos ambicioso que cualquier hombre común y que en sus manos los impuestos
siempre serán bien administrados.
Es creer que las mayorías siempre tienen razón y que jamás se equivocan y que en consecuencia comer excrementos es bueno porque millones de moscas no pueden estar equivocadas, especialmente cuando en sufragios democráticos alcanzan el 51 por ciento de los votos. Todo eso es lo que nos hace socialistas lo sepamos o no. Ser socialista es creer que el "Estado de Bienestar" enriquece cuando en verdad empobrece, es creer que el estado puede proveernos de cosas "gratis", como educación y sanidad cuando en realidad las pagamos vía menor nivel de vida, es creer que un decreto del parlamento o del ejecutivo puede volver blanco lo que es negro y negro lo que es blanco. Es creer que el mercado es algo diferente al pueblo y no el pueblo en sí mismo, que los derechos sociales no son económicos y viceversa, que la cultura no tiene nada que ver con la economía y viceversa cuando en realidad tiene vínculos insoslayables; es confundir a los países y sus pueblos con sus burócratas y gobiernos. Es creer que la gente es sabia y preparada para votar pero es bruta e ignorante para administrar e invertir provechosamente para la sociedad sus propios dineros sin impuestos, siendo un burócrata más honesto y mejor preparado para eso que el dueño de los fondos. Es creer que el estado educa cuando en realidad adoctrina, que cura cuando en su lugar empobrece y mata. Es creer que la globalización es privada cuando en realidad es pública, es creer que se defiende la libertad cuando se aboga --tal vez inconscientemente-- por la esclavitud. Y todo eso, queridos amigos, nos guste o no, lo sepamos o no, nos conduce inexorablemente al grado extremo del socialismo: el comunismo. Socialismo que como dice el prestigioso sociólogo Sabino, siguiendo en esto a Mises, nos lleva al comunismo. Ergo la amenaza comunista sigue latente en el mundo.
Es creer que las mayorías siempre tienen razón y que jamás se equivocan y que en consecuencia comer excrementos es bueno porque millones de moscas no pueden estar equivocadas, especialmente cuando en sufragios democráticos alcanzan el 51 por ciento de los votos. Todo eso es lo que nos hace socialistas lo sepamos o no. Ser socialista es creer que el "Estado de Bienestar" enriquece cuando en verdad empobrece, es creer que el estado puede proveernos de cosas "gratis", como educación y sanidad cuando en realidad las pagamos vía menor nivel de vida, es creer que un decreto del parlamento o del ejecutivo puede volver blanco lo que es negro y negro lo que es blanco. Es creer que el mercado es algo diferente al pueblo y no el pueblo en sí mismo, que los derechos sociales no son económicos y viceversa, que la cultura no tiene nada que ver con la economía y viceversa cuando en realidad tiene vínculos insoslayables; es confundir a los países y sus pueblos con sus burócratas y gobiernos. Es creer que la gente es sabia y preparada para votar pero es bruta e ignorante para administrar e invertir provechosamente para la sociedad sus propios dineros sin impuestos, siendo un burócrata más honesto y mejor preparado para eso que el dueño de los fondos. Es creer que el estado educa cuando en realidad adoctrina, que cura cuando en su lugar empobrece y mata. Es creer que la globalización es privada cuando en realidad es pública, es creer que se defiende la libertad cuando se aboga --tal vez inconscientemente-- por la esclavitud. Y todo eso, queridos amigos, nos guste o no, lo sepamos o no, nos conduce inexorablemente al grado extremo del socialismo: el comunismo. Socialismo que como dice el prestigioso sociólogo Sabino, siguiendo en esto a Mises, nos lleva al comunismo. Ergo la amenaza comunista sigue latente en el mundo.
Progreso y socialismo.
Uno
de los "logros" más espectaculares del socialismo (o mas propiamente
del marxismo) fue el haber convencido a las masas de la ineluctabilidad del
advenimiento del paraíso socialista. Marx tuvo el mérito (por sobre sus
antecesores socialistas) de haber sentado en forma casi definitiva en la
conciencia de los intelectuales el hecho de que las "fuerzas materiales de
producción" gobiernan míticamente el destino de los humanos.
Esto,
en buen romance significa lo siguiente en lenguaje socialista: el progreso está
"asegurado", evolutivamente la sociedad tiende al progreso (Hegel)
ahora todo lo que falta es preocuparse por el reparto de ese progreso. Pero ni
el propio Marx fue consecuente con su teoría y esto ni siquiera fue advertido
(o más bien fue pasado por alto) por sus discípulos y seguidores. Luego de
sentar las bases sobre que las sociedades eran gobernadas por las míticas
"fuerzas materiales de producción" las cuales, ineluctablemente
llevarían al capitalismo a su máxima fase de expansión, luego de lo cual
evolutivamente desaparecería y aparecería el socialismo, inconsecuentemente, en
sus escritos panfletarios postulaba la expropiación lisa y llana por parte de
los obreros de los medios de producción capitalistas.
¿Por
qué postular -se pregunta acertadamente Mises- la acción directa revolucionaria
si de cualquier manera, conforme la propia teoría socialista, el capitalismo
sucumbiría por un problema evolutivo y aparecería en su lugar el socialismo?.
Ni Marx, ni ningún socialista jamás dio respuesta a este interrogante. Y así
siguen las cosas.
Muy
bien. Acostumbrada y hecha la gente a la idea de que el progreso siempre estará
entre nosotros, que vamos hacia adelante y que no se puede retroceder, que cada
vez tendremos más y más bienes. Convencidas las masas de estos postulados
socialistas resulta, en esta lógica, muy razonable pensar que todo el problema
económico y social reside pura y exclusivamente en cómo distribuir de la mejor
manera posible esa riqueza que se genera y se continuará generando por si
misma.
Sin
embargo el aserto es de una falsedad tan grande que resulta muy difícil comprender
el grado de embrujo socialista de las masas como para que no se evidencie el
mismo.
Como
bien se encarga de puntualizar Ortega y Gasset y otros estudiosos del problema,
en manera alguna el progreso es lineal ni está asegurado por los siglos de los
siglos.
Pero
no obstante estas gruesas fallas epistemológicas lo importante es que Marx
logró dejar sembrada en las masas, desde la formulación de la teoría socialista
hasta el presente, el convencimiento de que el ciclo evolutivo del capitalismo
se había cumplido y ahora devendría inevitable el marxismo. Algo a lo que
nadie, hiciera lo que hiciera, se podría oponer, so pena de ser arrastrado por
las fuerzas arrolladoras de la historia. Esa idea, a pesar de la nefasta
experiencia socialista en casi todas las partes del globo, sigue firmemente
arraigada en lo que los sociólogos llaman el inconsciente colectivo y es lo que
ha dado lugar a lo que hoy se llama la socialdemocracia intervencionista o
progresista, como fórmula de transición entre un capitalismo al que se le llama
y considera "decadente" y un marxismo que se sigue considerando
"revolucionario" "progresista" y en última instancia, con
un contenido moral que se le niega al capitalismo.
"DESTRUCCIONISMO"
Justamente
a esto que estamos reseñando fue a lo que se refirió Mises cuando se ocupó de
lo que él acertadamente denomina "destruccionismo". He aquí uno de
sus párrafos más significativos:
"La
propaganda socialista nunca ha encontrado una oposición decidida. La critica
devastadora por medio de la cual los economistas exhibieron la ineficacia e
impracticabilidad de los planes y doctrinas socialistas no llegó a las esferas
que plasman la opinión pública. Las universidades están dominadas, en su mayor
parte, por pedantes socialistas e intervencionistas, no sólo en la Europa
continental, en donde esos centros del saber pertenecen a los gobiernos,
quienes los administran, sino también en los países anglosajones. Los políticos
y los estadistas, ansiosos de mantener su popularidad, se mostraron tibios en
la defensa que hicieron de la libertad. La política de apaciguamiento, tan
aplaudida cuando se aplicó al caso de los nazistas y fascistas, se practicó
universalmente durante varias décadas en el caso de todas las demás sectas del
socialismo. El derrotismo fue la causa de que las nuevas generaciones crean que
la victoria del socialismo es inevitable.
No
es verdad que las masas pidan con vehemencia el socialismo y que no haya medios
para resistirlas. Las masas están a favor del socialismo porque confían en la
propaganda socialista de los intelectuales.
Son
éstos y no el populacho quienes forman la opinión pública. Es torpe la excusa
que dan los intelectuales de que deben ceder ante la insistencia de las masas,
porque son ellos mismos quienes han generado las ideas socialistas y
adoctrinado con ellas a esas masas. Ningún proletario ni hijo de proletarios ha
contribuido en algo para elaborar los programas del intervencionismo y del
socialismo, ya que todos sus autores son de extracción burguesa. Los escritos
esotéricos del materialismo dialéctico, de Hegel, el padre tanto del marxismo
como del agresivo nacionalismo alemán, de Georges Sorel, de Gentille y de
Spengler, no han sido leídos por el hombre común y no son ellos los que han
movido directamente a las masas. Fueron los intelectuales los autores de su
popularización.
Los
directores intelectuales de los pueblos han producido y propagado los errores
que están a punto de destruir para siempre la libertad y la civilización
occidental. Ellos, y únicamente ellos, son los responsables de las matanzas en
masas que caracteriza a nuestro siglo y solamente ellos pueden volver a
invertir esta tendencia y escombrar el camino para la resurrección de la
libertad.
El
curso de los asuntos humanos no lo definirá las "fuerzas productivas
materiales" míticas, sino la razón y las ideas. Lo que se necesita para
detener la tendencia hacia el socialismo y el despotismo es sentido común y
entereza moral.
Socialismo y capitalismo
Autogestión y estado mínimo
Desde
los tiempos de Adam Smith hacia acá la Autogestión y el Estado reducido a la
mínima expresión posible siempre ha recibido el nombre de capitalismo. Lo
contrario a eso, a saber "gestión colectiva y máxima expresión del
estado", siempre ha sido socialismo. El tratar de invertir los términos de
la ecuación, llamando socialismo a instituciones y medidas que son típicamente
capitalistas forma parte de la campaña de tergiversación semántica de la que
venimos hablando y por medio de la cual los colectivistas tratan de dejar
incomunicados a su adversario. Con esta estratagema, el socialismo procura
engañar consciente o inconscientemente a la gente vendiéndole (o vendiéndose a
si mismo) gato por liebre.
La
existencia de policías, ejércitos, guardaespaldas, cárceles, puertas blindadas
y rejas, justamente nos da la pauta de que vivimos en mundo socialista. No en
balde en países tales como la ex--URSS, sus satélites, Cuba, Nicaragua
sandinista, Chile de Allende, Corea, Vietnam, China, etc. la presencia de la
policía y ejército son fundamentales y la parte más importante del aparato
estatal.
En
fácilmente comprobable que en cualquier nación del mundo llamado curiosamente
"libre" el gasto en medidas de seguridad privada --protección a los
ciudadanos honestos de los delincuentes-- es ridículamente mínimo en
comparación con los gastos de seguridad social. Esto pone a esos países en
camino a convertirse en futuras URSS, Chinas, Cuba, Chile de los 70, Nicaraguas
sandinistas o cualquiera de las republiquetas del este pre soviético. La
asistencia a los pobres --que dicho sea de paso nunca se materializa-- es la
mayor parte del gasto que ese engendro estatal, una suerte de asociación
ilícita entre Robin Hood y Santa Clauss que se llama "Estado de
Bienestar" o "Estado Benefactor" (donde se les quita a los
productores lo que les pertenece para darle a los no productores lo que no les
pertenece ni se ganaron ni se supieron ganar). Asistencia que --como
apuntamos-- jamás llega, habida cuenta que el numero de pobres aumenta en lugar
de disminuir. Algo que el "Estado de Bienestar" ni ningún
colectivista nunca pueden ni saben explicar: ¿cómo con mayores tasas fiscales
la pobreza aumenta??. Cualquier capitalista se dará cuenta que siempre así.
Pero este fenómeno es para el colectivista una gran paradoja.
EL ROBO SIEMPRE ES INMORAL.
En
ese orden de ideas, para el capitalismo, el robo es inmoral por más que se lo
practique con el respaldo de la mayoría a través de leyes votadas en el
parlamento. El delito no deja de ser delito por muy amparado que se encuentre
en la ley (por ejemplo los "impuestos").
La
iniciativa privada resulta completa y absolutamente incompatible con cualquier
tipo de socialismo conforme tanto la teoría y la practica de tal doctrina lo
demuestran.
Si estamos a favor de un sistema donde la inteligencia se ponga al servicio de la sociedad, indudablemente siempre estaremos hablando de un sistema capitalista y no socialista, porque en el capitalismo cada uno usando su inteligencia en PROVECHO PROPIO beneficia SIN QUERERLO Y SIN PROPONÉRSELO al resto de la sociedad de la que forma parte y aun a sociedades de las cuales no forma parte. En cambio en el socialismo los individuos son OBLIGADOS por medio de la ley --o sea por otros-- a poner su inteligencia al servicio de la sociedad, pero en las sociedades colectivistas la sociedad quiere decir algo muy claro y especifico. Allí sociedad significa el grupo de burócratas que se encuentran enquistados en el poder amparados por un número suficiente de votos para ello. En lenguaje del socialismo "sociedad" es sinónimo de gobierno y de burocracia. Y esto también es así desde los tiempos de Adam Smith hacia aquí.
Si estamos a favor de un sistema donde la inteligencia se ponga al servicio de la sociedad, indudablemente siempre estaremos hablando de un sistema capitalista y no socialista, porque en el capitalismo cada uno usando su inteligencia en PROVECHO PROPIO beneficia SIN QUERERLO Y SIN PROPONÉRSELO al resto de la sociedad de la que forma parte y aun a sociedades de las cuales no forma parte. En cambio en el socialismo los individuos son OBLIGADOS por medio de la ley --o sea por otros-- a poner su inteligencia al servicio de la sociedad, pero en las sociedades colectivistas la sociedad quiere decir algo muy claro y especifico. Allí sociedad significa el grupo de burócratas que se encuentran enquistados en el poder amparados por un número suficiente de votos para ello. En lenguaje del socialismo "sociedad" es sinónimo de gobierno y de burocracia. Y esto también es así desde los tiempos de Adam Smith hacia aquí.
Solamente
en el capitalismo "cada persona puede trabajar en aquello cuya
productividad sea máxima y donde ella se sienta más feliz" porque cuenta
con libertad cosa que se le niega en los regímenes socialistas.
El
colectivista jamas define lo que es vivir decentemente. No lo definen ni para
ellos ni tampoco lo definen para lo demás. Si tuvieran que definir que es vivir
decentemente ello los podría en un serio apuro ideológico. En realidad no
podrían definir ninguna otra cosa mas qué es vivir decentemente para ellos. Por
eso desvían la atención con ambigüedades, palabras etéreas, generalizaciones y
oscura verborragia. No es decente confesar que lo decente para mi es lo que yo
quiero imponer a los demás como decente. Ante ello la cuestión es esquivar el
bulto y despistar. El no poder definirlo es clara muestra que lo que implica
vivir decentemente es para ellos una cosa un día y otra cosa diferente otro día
distinto. Y que vivir decentemente para los demás es para ellos lo que ellos
quieren que sean. Encubren su odio, autoritarismo y envidia bajo el manto de la
pena, sin percibir que la definición de envidia es justamente pena o pesar por
el éxito ajeno. Lo encubren con otras palabras porque es muy feo confesar odio
y envidia, aun cuando antes en otras ocasiones tal vez en forma inconsciente lo
hayan hecho. Aun cuando hayan dicho antes que se alegraban de las desgracias
físicas y económicas que personas más afortunados que ellos padecieron,
llegando al extremo de relatar hasta con lujo de detalles esas desgracias y
padecimientos ajenos que tanto placer les causaron en el pasado, simplemente
porque los desafortunados en cuestión tenían algunos dólares más que ellos en
la bolsa. Así son los colectivistas. Borran con el codo lo que escriben con la
mano.
RIQUEZA Y FELICIDAD.
Si
el rico fuera poco feliz porque es rico, dejaría de ser rico, obvio. No se
entiende como este razonamiento tan simple no cabe en la mente de un
colectivista. Y si en un país determinado un empresario quiere ser funcionario
publico es obviamente porque es mejor "chupar de la ubre de la vaca
estatal" sin trabajar, que ganarse el diario sustento en la batalla de la
empresarialidad. De allí que no debe ser sorprendente que los empresarios
quieran quedar al abrigo de esa asociación ilícita que componen el Robin Hood y
el Santa Clauss estatal que se dedica a robar a unos para dar a otros y que en
política y economía se conoce como "Estado de Bienestar" o
"Estado Benefactor", en una fiesta navideña diaria y hasta horaria
que tanto Robin como Santa prometen que será interminable y de dicha y
felicidad para todos los desposeídos del mundo.
Socialismo y decencia.
Por
último pero no menos importante, el mejor parámetro para medir la bondad
"práctica" de una teoría es el grado de consecuencia que sus
sostenedores exhiben en sus vidas personales observando la misma.
Siempre
me ha llamado la atención el grado de inconsecuencia que demuestran los
socialistas con sus postulados teóricos. La mayoría de ellos no son un ejemplo
de lo que predican. Apenas uno los trata un poco advierte que al hablar,
cumplen al pie de la letra aquel famoso apotegma que dice "haz lo que yo
digo pero no lo que yo hago". Y efectivamente, es muy difícil encontrar un
solo izquierdista que sea consistente en su vida personal y ejemplo de lo que
predica.
El
colectivista en general no rechaza la propiedad privada in totum. Solo acepta
un tipo de propiedad privada: la suya propia, rechazando la propiedad privada
del resto de las personas.
Su
rechazo a la propiedad privada ajena crece en la medida que la propiedad
privada ajena sea más costosa y supere su cota de medida.
El
socialista califica de "decente" todo lo que coincida con su propio
patrimonio o sea inferior al mismo. En tal sentido, si el es propietario de una
casa de valor digamos de U$S 100.000.- razonará delante de todo el mundo que
una casa de U$S 100.000.- cumple con las normas de "decencia"
objetiva. Pero si una propiedad es de U$S 200.000.- lo escucharemos decir sin
empacho alguno que dicha posesión pasa a ser "indecente". En realidad
lo que no nos dice --pero pronto advertiremos si somos sagaces observadores--
es que la ajena propiedad de U$S 200 mil será "indecente" en la medida
que no sea la suya propia.
Desde
luego, encontraremos socialistas propietarios de fincas por valor de U$S 300
mil o U$S 5 millones. Esos socialistas calificarán tales valores --o inferiores
a esos-- como "decentes". En el último caso, el izquierdista que
posea una finca de U$S 5 millones, la calificará como "decente". En
tanto, se referirá en términos de "indecente" a la propiedad de algún
vecino suyo que supere esa cifra.
En
rigor, el problema de la decencia o la indecencia de la riqueza no está en la cuantía
de la misma para el socialista. No señor. La cuestión no pasa por allí, sino
que pasa por el hecho de que esa propiedad no está en cabeza suya. Si lo
estuviera --y cualquiera sea su valor de cotización-- dicha propiedad pasaría a
ser decente conforme a los cánones socialistas.
Así
podemos seguir con casi todo. Si el izquierdista en cuestión tiene un automóvil
es "decente" pero si el vecino tiene dos es una posesión
"indecente". La lista es interminable. El mismo razonamiento aplica
el colectivista a fincas, automóviles, salarios, calzados, televisores,
lavadoras, medicinas y alimentos disponibles en la alacena. Cualquier cosa
material, cualquier bien o servicio en el que pensemos, a todos ellos el
izquierdista le aplica el mismo razonamiento y la misma escala de valores: la
suya propia. Con ella mide la "decencia" o "indecencia" de
la riqueza. Pero, claro está, siempre de la riqueza ajena. Jamás de la propia.
A
todo socialista le escucharemos decir --cualquiera sea la cuantía de su
patrimonio-- que él vive "con lo justo". Y ya sabemos. Lo
"justo" lo "medido" es lo que él posee --o lo que poseen
otros si es menos a lo que él posee--. Todo lo que exceda esa cota es
"indecente, injusto, amoral, etc. etc. etc."
Vivir
decentemente no es vivir con el producto del impuesto expoliado a mi vecino.
¿qué decencia hay en quitarles a unos los que les pertenece para darles a otros
los que no les pertenece?. ¿desde cuando el robo es decencia? ¿y desde cuando
el robo se legitimiza porque cuenta con el apoyo del 51 por ciento de los votos
del parlamento?. Con la regla de la mayoría absoluta se podría legitimar
cualquier aberración como ya ocurrió en la Alemania nazi, la Italia fascista y
la Rusia stalinista. Pero como también ocurre a diario en millones de lugares
del mundo donde se invoca la voluntad de las mayorías para llevar a cabo las
aberraciones más inimaginadas en contra de las libertades.
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